Paul Groussac
François-Paul Groussac
Historiador, escritor y promotor de la cultura
Nació en Toulouse, Haute-Garonne (Francia) el 15 de febrero de 1848. Murió en Buenos Aires el 27 de junio de 1929.
Aunque francés de origen, Paul Groussac fue una de las más destacadas figuras del pensamiento argentino, en un momento en que los estudios históricos y sociológicos atravesaban la transición entre el periodo de la organización nacional y la época de `la nueva escuela`, de corte mucho más cientificista.
Groussac inició estudios en el liceo de la ciudad natal, y luego rindió examen en la Escuela Naval de Brest, donde fue admitido, pero no se incorporó por la seducción que ejerció en su espíritu un viaje por alrededor del mundo, y que sólo lo condujo hasta París, dada su escasez de fondos.
No regresó al hogar paterno, sin embargo, y optó por dirigirse a Burdeos. En el primer barco a partir decidió embarcarse, y lo hizo en el `Anta` rumbo a Buenos Aires, donde llegó en febrero de 1866. Tenía 18 años, ignoraba el idioma, pero poseía sólidos conocimientos clásicos y carecía de profesión.
De inmediato, se trasladó al campo, donde obtuvo una pasantía de ovejero en San Antonio de Areco. De regreso a la ciudad, se fue a vivir en una casa de la calle Perú y Moreno.
En Buenos Aires, comenzó a estudiar, y en 1870, obtuvo una cátedra de matemáticas en el Colegio Nacional. Entonces, conoció a José Manuel Estrada y a Pedro Goyena y asistió a las tertulias de la ?Revista Argentina? dirigida por estos jóvenes. A pedido de Goyena, además, colaboró con un estudio sobre José de Espronceda, escrito en castellano, que interesó al ministro de Instrucción Pública, Nicolás Avellaneda, hasta el punto de que lo llamó a su despacho y le ofreció cátedras en el Colegio Nacional de Tucumán, en 1871. En ese momento, Groussac pensaba regresar a Francia, pero el ofrecimiento de Avellaneda lo hizo cambiar de parecer.
En Tucumán, fue designado profesor de matemáticas en febrero de 1871, y se desempeñó hasta marzo de 1874, cuando fue expulsado del establecimiento. El motivo de su alejamiento se encuentra explicado en el artículo periodístico titulado: El Colegio Nacional. Su decadencia y ruina, de carácter sumamente crítico. Eran sus comienzos como escritor, y ya mostraba entonces su estilo incisivo y polémico, que habría de granjearle numerosos oponentes, en el plano intelectual.
Volvió a Buenos Aires para intervenir en el congreso pedagógico de 1872. Fue director de enseñanza de la provincia, y de 1874 a 1878, inspector nacional de educación. En este último año, asumió la dirección de la Escuela Normal de Tucumán. Mereció críticas por su trato demasiado severo, y hasta debió batirse a duelo.
Pero era también un hombre activo: fue arriero de mulas en el camino de Bolivia, lector incansable de todas las novedades literarias, periodista de La Unión y La Razón. Asimilado al medio provinciano, vivió sus inquietudes y formó allí su hogar. No perdió contacto con Buenos Aires, adonde enviaba sus colaboraciones que eran publicadas en La Tribuna. Allí apareció su estudio sobre el libro de Mansilla, Una excursión a los indios ranqueles, y una carta abierta al presidente Avellaneda. No tardó en publicar su Ensayo histórico sobre el Tucumán, escrito por encargo del gobernador de la provincia para figurar en una memoria presentada a la Exposición Continental de 1882, que fue premiada.
En los primeros meses de 1883, después de conocer a Sarmiento, Groussac empezó a preparar su viaje a Europa, hacia donde partió el 8 de marzo. Envió a Le Figaro algunas páginas sobre L?Evangeliste de Alfonse Daudet, las cuales también aparecieron en dos diarios de Buenos Aires. Se vinculó con Emilio Zola, Edmundo de Gongourt, Sarcey, Víctor Hugo y otros escritores.
De regreso a fines de 1883, Groussac trajo una personalidad hecha en el mundo de las letras. El doctor Wilde, ministro de Instrucción Pública en la presidencia del General Roca, lo nombró en octubre de 1883, Inspector de enseñanza secundaria. En este cargo, realizó una importante reorganización del personal de enseñanza y una reforma del plan de estudios.
En enero de 1885, fue designado director de la Biblioteca Nacional, lugar donde desarrollaría su labor más importante, y que sólo abandonó, ocasionalmente, para realizar viajes cortos a distintos países.
Allí organizó el Depósito de Manuscritos y fundó dos publicaciones memorables: la revistas La Biblioteca y los Anales. En la primera, una publicación mensual dedicada a la historia, la ciencia y las letras, colaboraron firmas de gran valor con artículos novedosos, y en los Anales, publicó varios de sus trabajos relativos a la historia del Río de la Plata.
De esos estudios nacieron muchos de sus libros: Santiago de Liniers, conde de Buenos Aires, 1753-1810 (1907), Mendoza y Garay, Estudios de Historia argentina (1918), los dos volúmenes de El viaje intelectual (1904-1920) y Los que pasaban (1919), con las biografías de Estrada, Avellaneda, Pellegrini y otros destacados hombres de la política y la cultura. También publicó La Biblioteca Nacional de Buenos Aires, que es una noticia de la evolución de esa casa.
Su obra estrictamente literaria contó con una recopilación Relatos argentinos, y en francés escribió Les iles malouines, alegato a favor de la soberanía argentina sobre aquellas islas.
Por ese tiempo, también colaboró en La Nación, La Prensa, El Diario y en Le Courrier Français.
En 1925, una enfermedad le produjo la ceguera total y lo obligó a abandonar todas sus actividades. Falleció en Buenos Aires, el 27 de junio de 1929.